Bécquer: La voz del romanticismo

"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada" - Gustavo Bécquer

 

Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, nació el 17 de febrero de 1836 en Sevilla, España. Perteneciendo a una familia de artistas, lo que influyó significativamente en su sensibilidad artística desde una edad temprana. Su padre, José Domínguez Insausti, conocido como José Domínguez Bécquer, fue un notable pintor costumbrista, mientras que su madre, Joaquina Bastida de Vargas, provenía de una familia de comerciantes acomodados. Gustavo fue el cuarto de ocho hermanos, y junto con su hermano Valeriano, que también se destacó como pintor, compartirían una vida de estrecha colaboración.

La educación de Bécquer comenzó en el Colegio de San Antonio Abad y continuó en el Colegio de San Telmo, una institución para huérfanos que combinaba la educación formal con la instrucción artística y náutica. Durante su tiempo en el Colegio de San Telmo, desarrolló un profundo interés por la literatura y las artes. Sin embargo, la institución cerró en 1847 debido a problemas financieros, dejando a Bécquer sin un lugar fijo para continuar sus estudios.

En 1854, Bécquer se trasladó a Madrid con la esperanza de labrarse una carrera en la literatura y las artes. La capital era el centro cultural y literario de España, y aunque las oportunidades eran numerosas, la competencia también era feroz. Al principio, la vida en Madrid fue difícil para Bécquer. Sin medios económicos sólidos, dependía de trabajos esporádicos como redactor y traductor en periódicos y revistas para subsistir.

Durante estos años, Bécquer comenzó a relacionarse con otros jóvenes escritores y artistas, formando un círculo de amigos que compartían sus intereses y preocupaciones literarias. Entre ellos se encontraba Augusto Ferrán, un poeta y músico con quien entabló una profunda amistad. Ferrán influyó en Bécquer para explorar la poesía popular y el folclore, temas que se convertirían en pilares de su obra.

En 1858, Bécquer contrajo una grave enfermedad, probablemente una tuberculosis, que lo debilitó

físicamente. Durante su convalecencia, comenzó a escribir "Cartas literarias a una mujer", un conjunto de reflexiones sobre poesía y arte, en las que se pueden rastrear las primeras formulaciones de su poética personal. En estas cartas, Bécquer expone su idea de que la poesía debe ser una expresión sincera del alma y que el poeta es un "sacerdote de lo bello".

A partir de 1860, Bécquer comenzó a ganar reconocimiento en círculos literarios más amplios. Publicó varios artículos y poemas en diferentes periódicos y revistas, como "El Contemporáneo" y "La América". Sin embargo, su situación económica siguió siendo precaria, lo que le obligó a aceptar trabajos como escritor por encargo, incluyendo la redacción de obras históricas y folletines, que aunque no siempre se ajustaban a sus gustos literarios, le permitían mantenerse.

En 1861, se casó con Casta Esteban Navarro, con quien tuvo tres hijos. El matrimonio no fue feliz y estuvo marcado por dificultades económicas y desavenencias personales. Esta etapa de su vida también estuvo marcada por la enfermedad y la muerte de su hermano Valeriano, lo que afectó profundamente a Bécquer.

Durante estos años, Bécquer escribió la mayor parte de sus "Rimas", una colección de poemas breves que exploran temas como el amor, el desengaño, la soledad y la búsqueda de lo ideal. Estos poemas se caracterizan por un tono íntimo y confesional, un lenguaje sencillo y musical, y una profunda sensibilidad hacia la naturaleza y los sentimientos humanos. Aunque las "Rimas" no fueron publicadas como colección hasta después de su muerte, varios de los poemas aparecieron en publicaciones periódicas, generando una creciente admiración por su estilo.

Además de sus poemas, Bécquer es famoso por sus "Leyendas", una serie de narraciones cortas que combinan elementos históricos, fantásticos y folclóricos. Estas leyendas exploran temas como el amor imposible, la muerte, el más allá y lo sobrenatural. Muchas de ellas están ambientadas en lugares pintorescos de España y reflejan el interés de Bécquer por las tradiciones populares y la cultura medieval.

En los últimos años de su vida, la salud de Bécquer se deterioró considerablemente. Sufrió varias recaídas de su enfermedad pulmonar, y su situación económica seguía siendo precaria. En 1868, la Revolución Gloriosa obligó a suprimir "El Contemporáneo", uno de sus principales medios de sustento, lo que agravó aún más sus dificultades financieras. Bécquer pasó sus últimos años en Madrid, viviendo de la ayuda de amigos y familiares. A pesar de las adversidades, continuó escribiendo y trabajando en varios proyectos literarios. En 1870, un mes antes de su muerte, Bécquer y algunos amigos planearon la publicación de sus obras completas, un proyecto que nunca llegó a ver realizado.

Gustavo Adolfo Bécquer falleció el 22 de diciembre de 1870, a los 34 años, víctima de complicaciones relacionadas con la tuberculosis. Su muerte prematura truncó una carrera literaria que, aunque breve, dejó una huella imborrable en la literatura española.


Pero después de su muerte, los amigos de Bécquer se encargaron de recopilar y publicar sus obras, asegurando que su legado no se perdiera. Las "Rimas" y "Leyendas" de Bécquer se publicaron en 1871, y desde entonces, han sido reeditadas en numerosas ocasiones, convirtiéndose en clásicos de la literatura española. La poesía de Bécquer es considerada una de las cumbres del Romanticismo en España. Su estilo, caracterizado por la sencillez expresiva, la musicalidad del verso y una profunda introspección ha influido en generaciones de poetas y escritores. Bécquer es visto como un poeta del alma, capaz de captar y expresar los sentimientos más íntimos y universales con una sensibilidad excepcional.

Su obra ha sido objeto de numerosos estudios críticos y ha influido en la poesía posterior, tanto en España como en América Latina. Bécquer es recordado no solo por su contribución literaria, sino también por su capacidad para expresar con profundidad y belleza los misterios del corazón humano. Su obra sigue siendo leída y admirada, manteniéndose viva en el imaginario cultural como un testimonio perdurable de la sensibilidad romántica.

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